jueves, 9 de diciembre de 2010

Capítulo 6.

Deshice la llave que había formado sobre su cadera, y al tocar mis pies el suelo, lo miré deseosa. Se relamió los labios, y me tomó por la nuca de una manera ingeniosa para dejar mi cuello expuesto ante su lengua y dientes. Estos no detenían su accionar sobre mi piel ni un segundo, y creí volverme loca en ese preciso instante. Mordía mi labio inferior para evitar soltar gemidos de placer. Ya no podía pensar en nada más que en sus besos, y moría por pasar al próximo nivel. Coloqué mi mano en su pecho para apartarlo sólo un poco, y así poder estrujar la tela de su remera. Utilicé aquella hazaña para arrastrarlo hacia donde yo quisiera que fuera: la cama. Me siguió sin emitir palabra alguna y al llegar al borde de nuestro destino, lo empujé salvajemente contra ella. Él estaba disfrutando de la situación, de mis acciones; su mirada me lo decía. Me posicióne sobre él, apoyando una rodilla a cada lado de su cintura con mis extremidades en forma de garras sobre su torso. Contemplé su cuello detenidamente, y no me resistí a repartir besos húmedos sobre cada lunar que decoraba su piel, sobre sus mejillas, su frente y nariz, para luego acabar devorando con ansias esos labios rosados que se curvaban en una sonrisa traviesa.
Joe sólo me seguía el juego, pero era momento de invertir la situación.
- Tu turno. – Le dije sonriendo.
Rió perversamente.
- Aún no has visto nada.
En un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba boca arriba. Joe empleó unos segundos para quitarse la remera, y luego el pantalón.
Me quedé perpleja al percibirlo por primera vez sólo en bóxer. Su torso desnudo era una de las cosas más maravillosas que había podido apreciar en mucho tiempo; se podría decir que estaba tallado por los mismísimos ángeles. Bajé la vista lentamente observando cada detalle de su cuerpo con cuidado, hasta llegar al punto más importante. Tragué saliva cuando me concienticé sobre lo que estaba viendo.
Joseph volvió hacia mí y adoptó la misma posición que yo había tomado sobre él. Observó mi boca con deseo, y al acercarse la humedeció con su lengua. Me besó en los labios, y descendió en una línea recta hasta llegar a mi abdomen, donde mientras yo me entretenía con sus rulos, él se tomaba su tiempo condenándome con pasadas de lengua letales.
Cuando comencé a tironear del elástico de la única prenda que cubría su cuerpo, la puerta de mi habitación se abrió. Joe se dio vuelta, y ladeé la cabeza sólo para ver a Nick parado allí, sin saber qué hacer.
- Nicholas… yo te puedo explicar todo. – Intentó justificarse Joe.
Sin embargo, él lo interrumpió sacudiendo la cabeza, y retirándose de la habitación.
- Iré por él. – Le indiqué poniéndome el short de jean y la camisa manga cortas que había dejado allí antes de cambiarme a mi traje de baño. – Después hablamos.
Salí en su busca, pero no lo encontré por ningún lado, así que decidí ir hasta su casa, ya que sólo eran un par de cuadras. Al llegar, la puerta se encontraba abierta, por lo que entré y subí al cuarto de Nick. Él estaba sentado en la cama, de espaldas a la entrada.
- Si eres Joe vete, no quiero hablar contigo.
- ¿Y si no soy Joe?
- Menos. Eres peor que él. Hoy no quisiste besarme, no estabas lista, pero ¿para encamarte con mi hermano sí?
Jalé de su brazo para que se de vuelta y me mire.
- Tú fuiste el que me dejó como una completa idiota en la piscina cuando fuiste a hablar con tu noviecita.
- No es mi novia. – Replicó frío.
- Lo que sea. Y para tu información, yo puedo hacer lo que yo quiera con quien quiera. No estoy atada a ti, y mucho menos ahora que tu novia ha vuelto. – Su actitud era enfermante, no iba a rendirme ante él.
- No es mi novia. No es mi novia. – Gritó parándose, para tomarme del brazo. – Ella quiso besarme y yo la detuve. Le dije que no quería, porque sentía cosas por ti. Que tú eras diferente, pero por lo visto, eres igual a todas. – Finalizó.
Me sentía una torpe.
- Nick… - Me quise lamentar.
- No, Nick nada. – Aún tomándome del brazo, me arrastró hasta la puerta.
Una vez que yo estuve afuera, la cerró con todas sus fuerzas. Caminé por el pasillo hasta que me tropecé con los cordones de mis propias zapatillas. Caí de rodillas frente a una de las tantas puertas, y en ese momento, una serie de lágrimas rodaron por mis mejillas. Me senté, protegiendo mis piernas con las manos, hasta que la puerta se abrió y alguien se agachó detrás de mí.
- Porfavor… no llores. – Su aliente fresco abrazó mi rostro, y las mariposas revolotearon en mi estómago al oír su voz.
Joe me corrió el pelo del cuello, y me susurró al oído el más hermoso de los ‘te quiero’. Por su puesto, cualquier mínimo contacto entre nuestros cuerpo, me producía un descontrol automático.
No le respondí, ya que me sentía confundida, y no sabía si lo quería, si lo deseaba, o si lo odiaba. Me tomó del brazo, logrando así ayudarme a pararme, y me abrazó. Hundí el rostro en su remera, que tenía un olor especial que sólo un ser tan perfecto como él podía tener. Jamás me sentí tan amparada como en ese momento. Deshizo el abrazo, y entramos a su cuarto. Cerró la puerta, y ninguno de los dos pronunció una sóla palabra. Con la mirada nos decíamos todo.

Joseph ~

Tomé su mano, y caminamos hacia mi amplia cama, dónde nos acostamos, y Ally se acurrucó en mi pecho. Pasé mis brazos por encima de su cintura, y con la otra le acariciaba la cara. Pasamos un largo rato en esa posición, hasta que se me dio por asomarme a besarla, y ella ya se encontraba dormida. Con precaución, me levanté de la cama y deposité un beso en su frente. Tomé las llaves del auto, y bajé al living. Nick estaba en la cocina hablando con mamá, y por lo poco que escuchaba, le estaba contando todo lo que había sucedido hoy.
- Mamá, voy hasta el Hotel Westwood y vuelvo. – Le grité, antes de que me llame para aclarar la situación.
- Espera, ven aquí un momento. – Me pidió tranquila, como siempre.
Suspiré, era de esperarse.
Al entrar en la cocina, clavé mi mirada en Nicholas, quien me observaba con odio y recelo.
- Mamá ¿podemos hablar después? Quiero ir a buscar las cosas de Al al hotel y retirar el depósito. Quiero que se quede aquí. – Solté de golpe.
- ¿Cómo que se va a quedar aquí? – Preguntó mi hermano, mirando a nuestra madre.
- Si Joseph lo desea, así será. Cuando Devonne se quedaba aquí, él no decía nada.
- Sí, pero Joe se llevaba bien con ella. – Murmuró.
- Ya déjalo Nicholas. Entiendo tu posición, pero esta casa es todos. – Gracias mamá por apoyarme por primera vez, pensé.
- Si ella se queda, yo me voy. – Gritó Nick, para luego golpear la mesa.
Se levantó, y subió corriendo las escaleras. Unos segundos después, se escuchó un portazo.
- Mamá… - Comencé a explicarle.
Siempre me conmovía con los discursos que hacía. Ese era su don. Y siempre me hacía cambiar de parecer, y eso era algo que no quería. Por lo menos no esta vez. No quería cambiar de parecer sobre Ally, y menos ahora que las cosas habían dado un giro inesperado. Supongo que si hubiera querido acercarme a ella, lo podría haber hecho de otra forma. Sin embargo, hacerme el misterioso y el seductor, nunca me había dejado mal parado. Ellas siempre caían por mí. Aunque esta vez había una diferencia. Ella era especial, me importaba de verdad.
- No te diré nada Joe, no te preocupes. Creo que ya estás demasiado grande para que te dé discursos.
- Al fin. – Repliqué.
- Pero… eso no significa que las cosas quedarán así. Quiero que hables con tu hermano. No quiero que se peleen por una chica. Yo sé que Allyson no es mala persona, pero porfavor Joe, habla con él, lleguen a algo. – Menos mal que no daría un discurso.
- No hablaré con ese traidor. – Gritó Nick desde la puerta principal, con una valija en la mano.
- Nicholas, no seas estúpido. – Dije alzando una ceja. – Deja esa valija, pareces un idiota. – Continué, saliendo de la cocina, y dirigiéndome a él.
- Aquí el único idiota, eres tú. – Estas fueron sus últimas palabras.
Me sacó las llaves del auto de la mano, y bajó corriendo los escalones del porche. Lo observé por la ventana, mientras cargaba la maleta al MI auto, se subía y emprendía camino hacia el hotel Westwood. 

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