No tardé mucho en encontrar un taxi, y en cuestión de minutos, llegué a la casa de
Matt. Me recibió su madre, quien me hizo pasar y subir al cuarto de mi novio.
Golpeé la puerta, y entré.
Matt se encontraba sentado sobre la cama, evidentemente nervioso. Me acerqué a
él para besarlo, pero se negó.
- ¿Sucede algo? – Pregunté repentinamente angustiada.
- En absoluto. – Replicó frío.
- ¿Entonces? ¿Por qué me corres la cara?
- No lo sé. – Su rara actitud estaba comenzando a preocuparme. Él no era de actuar
así.
- Mira… camino aquí choqué con un tonto, un auto pisó mi celular, destruyéndolo,
y se me rompió el taco de un zapato. No tuve un buen día, y llego aquí y tú no haces
más que actuar como un verdadero idiota. Así que dime que es lo que pasa. – Me
senté a su lado, y tomé su mano, alentandolo.
- Bien, lo haré… Estoy con Jenny. – Mi rostro se iluminó por completo.
- ¿Sí? ¿Dónde está? Quiero verla! – Grité, pensando en mi amiga de la infancia.
- No Al, no. Estoy saliendo con ella. – Mi sonrisa se dio vuelta como una media. Esto
debía de ser una cargada.
- ¿Sábes? Creo que me iré… - Tomé mis cosas y salí escaleras abajo para retirarme
de su casa.
En ese momento, comprendí que tal vez no estaba tan enamorada de Matt como
creía. Siempre imaginé que el día que nos separemos, mi mundo se vendría abajo,
o algo así. Sin embargo, sólo estaba enfadada porque mi día había sido terrible.
El cielo estaba negro, anunciando una tormenta, y comencé a caminar con más
prisa. Al salir de la casa, había telefoneado a mi mejor amiga, Irene, para ver si me
podía quedar en su casa por un tiempo. A pesar de que vivía a unas diez cuadras de
lo de Matt, eran cuadras largas, y caminar descalza no era exactamente una gran
ayuda.
Sólo me quedaba por cruzar una gran plaza para llegar a lo de Ire, pero como era de
esperarse, la tormenta que venía acechándome, llegó a mí.
- Dios. ¿Qué más pasará hoy? – Grité mirando al cielo.
A lo lejos, se oía el ladrido de un perro, y en un abrir y cerrar de ojos, tuve sus patas
llenas de barro sobre mi vestido blanco. Su dueño, quien era bastante guapo vale
decir, venía llamándolo a la distancia. Caminé hacia el banco más cercano, y me
senté.
- Hola pequeño. – Lo saludé, al ver que no me quedaba más remedio. Acaricié su
suave pelaje.
- Elvis! – Gritó el chico lindo, al llegar a nosotros. – Lo siento, creo que le gustan las
rubias. – Rió, y a pesar de que había sido un mal chiste, yo también lo hice.
Inspeccioné al chico que tenía en frente mío con cuidado. Era un poco más alto que
yo, su cabello ondulado estaba desordenado, y mojado a causa de la lluvia, su boca,
con forma de corazón, se fruncía en una leve sonrisa, y tenía lunares oscuros
repartidos por doquier. Sus ojos eran marrones, oscuros y profundos. Através de su
remera blanca, que ahora era transparente por el agua, se veía un cuerpo
levemente trabajado. Debía de tener más o menos mi edad, pero no lo aparentaba
mucho. Sin embargo, era imposible no fijarse en él.
-Descuida. No ha pasado nada. – Me paré, lista para irme.
- Soy Nicholas. – Me estrechó su mano, y no pude evitar reír al acordarme del tonto
de hoy.
- Allyson. – Tomé su mano y Nick dejó entrever sus relucientes y perfectos dientes.
- Oye, ¿estás buscando un hotel o algo así? – Retiró su mano, y escondió ambas
tras su espalda. Yo reía por dentro ante su evidente nerviosismo.
- En realidad, no. Estoy de camino hacia la casa de mi mejor amiga. – Me invitó a
sentarme nuevamente, y no pude decirle que no.
Me incitó a contarle todo lo que había sucedido ese día, y Nick escuchó con atención,
riendo o diciendo ‘que torpe’ cuando le hablaba de Joe.
Así pasaron las próximas dos horas, hablando de nuestras vidas pasadas, y que
planeábamos hacer en el futuro. Resultó ser que Nicholas era alguien interesante
con quien charlar, y pasar el tiempo. La había pasado bastante bien.
- Será mejor que me vaya. – Me paré, y Nick me imitó.
- Escucha, tal vez… ¿estás libre mañana? – La sangre subió a sus mejillas y me
arrepentiría de por vida si le dijera que no. Sí, sí, era consciente que ese mismo día
había terminado con mi novio pero ¿y que? Al ser adolescente nada importaba.
- Claro. ¿Nos vemos aquí mismo?
- De hecho. – Giró sobre sus talones. – Esa es mi casa. – Señaló hacia mi izquierda,
y quedé boquiabierta al percatarme de que era más o menos una mansión. Intenté
ocultar mi asombro. – Sólo toca la puerta. – Rió. – No pasará nada, lo prometo.
- De acuerdo. – Sonreí, avergonzada. – Hasta mañana. – Me fui alejando, y lo saludé
con la mano.
- Adiós! – Me gritó, ya a lo lejos.
Caminé unos metros más, y llegué a la casa de Irene. No había terminado de
golpear la puerta, que ya tenía a su hermanita menor, Kathy, jalando de mi brazo
para que entre. No me dejó ni apoyar mis cosas en el suelo, que comenzó a los
saltos y a los gritos intentando llamar mi atención.
- Mira! Ven, siéntate. Es el concierto de mi banda favorita!. – Gritaba apuntando la
televisión.
La cámara enfocaba al chico con aspecto peligroso que hoy me había encontraba en
la calle. Genial. Con razón era tan creído.
- Creeme, no es nada fuera de lo normal. Hoy me lo crucé por la calle. – Tomé mis
cosas, y me metí en la cocina, para no tener que soportar su imagen más tiempo.
- Espera… - Dijo Irene, entrando por la puerta trasera. - ¿Me estás diciendo que
viste a J-J-Joe J-Jonas? – Tartamudeó.
- Chocó mi auto, es un cretino. – Tomé una manzana, y le pegué un mordizcón.
- ¿Hablaste con él?
- Déjalo ya, amiga. Es un chico cualquiera. – Dije recordando todo lo sucedido. – Me
iré a bañar, y a acostarme. Ha sido un día muy largo. Prometo que mañana
encontraré un lugar para quedarme.
- Puedes quedarte el tiempo que gustes. – Sonrió.
- Lo sé, gracias. – Tomé por última vez mi pesada valija y mi cartera, y subí las
escaleras.
Luego de una corta, pero dulce ducha, me puse mi pijama, y me acosté en el sofá
de la sala de juegos. Por algún motivo, no me sacaba la cara de Joe en el concierto
que había visto hoy por la televisión. Fue sólo un segundo el que lo vi, pero parecía
distinto al chico que había conocido hoy. Parecía… simpático. Sacudí mi cabeza
ante tan estúpida idea, y procuré dormirme de una vez.
El ruido de un equipo de música a todo su volumen me despertó la mañana
siguiente. Observé el reloj que colgaba de la pared. La una de la tarde. Me levanté,
y luego de ordenar un poco, me puse un short de jean bien corto y una remera de
color fucsia al cuerpo. Fui al baño para lavarme, y me tiré el flequillo para atrás en
forma de jopo, y recogí el resto en una colita. Volví a la sala, tomé un poco de dinero,
y bajé a almorzar con Irene y Kathy.
Abajo, la música era aún más insoportable.
- ¿Qué es ese ruido? Por Dios. – Le pregunté a Kath apenas la vi, tapándome los
oídos.
- Se llama Play My Music. – Replicó sonriente.
- ¿Y con eso….? – Claro. – Lo entiendo. ‘Jonas Brothers’. – Dije en forma de burla.
Nada más placentero que despertar y escuchar al estúpido de Joe. Debía de
encontrar un lugar para quedarme, y rápido.
Finalmente, decidí pasarme el almuerzo, así que saludé amablemente a las chicas,
y crucé el parque hacia la casa de Nick. Toqué el timbre, y esperé.
- Hola! – Un niño de unos nueve años abrió.
- Ally, él es Frankie, el menor de mis hermanos. – Levanté la vista al oír su voz, y
mis ojos se encontraron con los de Nick, quien estaba en la puerta junto a su
hermano.
- Hola! – Saludé. - ¿Significa que hay más que ustedes dos? – Pregunté,
volviendome hacia Nick.
- Dos más! – Respondió Frankie, riendo.
- Pasa, deben andar por aquí. Ya los conocerás. – Me invitó Nick.
Pasé, y no pude evitar sonreír ante tanto lujo. Los pisos eran de madera, y esta
relucía como si la enceraran cada hora, las paredes tenían un empapelado clásico,
de un color cremita, los muebles eran todos de madera, y cada cosa se encontraba
en su lugar. Un piano negro le daba el último toque antiguo a la bella sala de estar.
- Mamá! – Gritó Nick. ¿Qué hacía? ¿Por qué llamaba a su madre? Moriría de la
vergüenza. – Parece que salió. – Dijo al ver que nadie respondía. Gracias a Dios.
El ruido de madre crujiendo sonó a mis espaldas, y volteé sólo para encontrarme
con Joe bajando las escaleras.
- Oye Nick, ¿has visto las llaves del…? – Al verme, subió rápidamente, como si nada
hubiera sucedido.
Me preguntaba qué hacía allí. Tal vez era amigo de Nick.
- ¿Puedo pasar al baño? – Le pregunté a Nicholas, aún pensando en Joseph.
- Está arriba. Cualquier cosa pregúntale a Joe, el chico de recién. – Sonrió, y se
sentó en el sofá a mirar televisión. – Te espero aquí.
- De acuerdo.
Subí corriendo las escaleras, y sin hacer demasiado ruido, comencé a buscar a Joe.
Abría la puerta de cada uno de los cuartos y metía la cabeza para ver si estaba allí.
- ¿Buscas algo, preciosa? – Su voz me tomó por sorpresa.
A ti. Pensé. Di media vuelta y le sonreí falsamente.
- El baño. – Mentí.
- Por allí. – Apuntó hacia la última puerta del pasillo. – Ah, y… ¿se puede saber que
haces en mi casa?
¿Su casa? Por favor, no me digas que…
- Soy el hermano de Nick, vivo aquí. – Por supuesto. Tenían que ser hermanos, Nick
tenía que ser de esa estúpida banda, y yo tenía que sentirme atraída por ambos.
- Soy una amiga de Nicholas. Nada más. ¿Puedo ir al baño?
- Adelante. – Hizo un gesto con las manos, como invitándome a avanzar y lo hice.
Joe se dio media vuelta, y se metió en uno de los cuartos.
- Dios, que fastidio. – Dije resoplando, una vez que pensé que Joe ya no me
escucharía.
- ¿Disculpa? – Lo tenía atrás mío.
- Ei, ¿cómo es que haces eso de moverte tan rápido? – Comenzaba a darme miedo.
- Secretos de familia linda. ¿Te atraería igual si te dijera que soy un vampito? –
Increíble. No solamente era egoísta, si no que también se creía gracioso cuando no
lo era. – Oh, lo siento. – Continuó. – Olvidaba que las chicas que viven en el campo
no tienen televisión como para saber sobre los vampiros.
- Eres un imbécil. – Me limité a decir, para luego entrar al baño.
Me lavé la cara, intentando olvidarme de la estúpida escena de recién, cuando sentí
que trababan la puerta del lado de afuera. Cerré la canilla, me sequé la cara e
intenté abrir la puerta. Cerrada. Comencé a golpear la puerta.
- ¿Hay alguien ahí? Ábranme, porfavor. – Gritaba y golpeaba la puerta para que
alguien me sacara de allí. Sin embargo, nadie contestaba.
Me tiré al piso para mirar por la pequeña endija de la puerta. Se veía una sombra,
alguien estaba del otro lado. El único que se me venía a la mente era Joe, así que
era momento de actuar.
- Porfavor, ábranme. Soy claustrofóbica, moriré si me dejan aquí adentro. – Fingí.
- Hay una ventana, ábrela, no morirás. – Mi plan fue derrumbado por su sexy pero
a la vez insoportable voz.
- Mira niño rico, ábreme la puerta de una maldita vez. No querrás pagar además de
mi coche, mi velorio. – Destrabó la puerta y la abrió provocando que cayera en sus
brazos.
Me libré rápidamente, empujándolo hacia atrás.
- ¿Me harás pagar por esa chatarra que choqué hoy?
- Esa chatarra era mi coche. Puede que tú tengas dinero suficiente como para
comprarte otro, pero yo no. Por supuesto que la pagarás. ¿Quién te crees que eres?
- Pues… - Sonrió, y se señaló de pies a cabeza. – Joe Jonas. ¿No lo ves?
- Te llegará una carta de mi abogado. – Sonreí. – Adiós Joseph.
Bajé las escaleras a toda prisa, no quería aguantar su estúpida voz un segundo más.
- Nick, será mejor que me vaya. Debo buscar un hotel o algo así para quedarme.
¿Te molesta si lo dejamos para otro día? ¿Mañana, tal vez? – Quería irme de su casa
a toda costa, no soportaría ver la cara de Joe una vez más por hoy.
- Lo que sucede es que mañana tengo grabaciones.
- ¿Gra…grabaciones? – Pregunta estúpida. Ya había olvidado que era ‘famoso’.
- Sí. Mira Ally, me… me gustaste… - Se sonrojó. – porque me di cuenta de que no
sabías quien era. Mantengámoslo así, vayamos conociéndonos. – Aclaró su garganta.
– Debo grabar mi serie, Jonas. Pero no te hagas problema. Te veo en el parque, a las
nueve. Vamos juntos.
- Está bien. – Accedí, luego de pensarlo durante unos segundos. – Nos vemos allí.
Lo saludé con la mano, y me aventuré hacia las calles de Los Angeles. Mañana,
sería un día insufrible.
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