sábado, 4 de diciembre de 2010

Capítulo 2.


No tardé mucho en encontrar un taxi, y en cuestión de minutos, llegué a la casa de 
Matt. Me recibió su madre, quien me hizo pasar y subir al cuarto de mi novio. 
Golpeé la puerta, y entré.
Matt se encontraba sentado sobre la cama, evidentemente nervioso. Me acerqué a 
él para besarlo, pero se negó.
- ¿Sucede algo? – Pregunté repentinamente angustiada.
- En absoluto. – Replicó frío.
- ¿Entonces? ¿Por qué me corres la cara?
- No lo sé. – Su rara actitud estaba comenzando a preocuparme. Él no era de actuar 
así.
- Mira… camino aquí choqué con un tonto, un auto pisó mi celular, destruyéndolo, 
y se me rompió el taco de un zapato. No tuve un buen día, y llego aquí y tú no haces 
más que actuar como un verdadero idiota. Así que dime que es lo que pasa. – Me 
senté a su lado, y tomé su mano, alentandolo.
- Bien, lo haré… Estoy con Jenny. – Mi rostro se iluminó por completo.
- ¿Sí? ¿Dónde está? Quiero verla! – Grité, pensando en mi amiga de la infancia.
- No Al, no. Estoy saliendo con ella. – Mi sonrisa se dio vuelta como una media. Esto 
debía de ser una cargada.
- ¿Sábes? Creo que me iré… - Tomé mis cosas y salí escaleras abajo para retirarme 
de su casa.
En ese momento, comprendí que tal vez no estaba tan enamorada de Matt como 
creía. Siempre imaginé que el día que nos separemos, mi mundo se vendría abajo, 
o algo así. Sin embargo, sólo estaba enfadada porque mi día había sido terrible.
El cielo estaba negro, anunciando una tormenta, y comencé a caminar con más 
prisa. Al salir de la casa, había telefoneado a mi mejor amiga, Irene, para ver si me 
podía quedar en su casa por un tiempo. A pesar de que vivía a unas diez cuadras de 
lo de Matt, eran cuadras largas, y caminar descalza no era exactamente una gran 
ayuda.
Sólo me quedaba por cruzar una gran plaza para llegar a lo de Ire, pero como era de 
esperarse, la tormenta que venía acechándome, llegó a mí.
- Dios. ¿Qué más pasará hoy? – Grité mirando al cielo.
A lo lejos, se oía el ladrido de un perro, y en un abrir y cerrar de ojos, tuve sus patas 
llenas de barro sobre mi vestido blanco. Su dueño, quien era bastante guapo vale 
decir, venía llamándolo a la distancia. Caminé hacia el banco más cercano, y me 
senté.
- Hola pequeño. – Lo saludé, al ver que no me quedaba más remedio. Acaricié su 
suave pelaje.
- Elvis! – Gritó el chico lindo, al llegar a nosotros. – Lo siento, creo que le gustan las 
rubias. – Rió, y a pesar de que había sido un mal chiste, yo también lo hice.
Inspeccioné al chico que tenía en frente mío con cuidado. Era un poco más alto que 
yo, su cabello ondulado estaba desordenado, y mojado a causa de la lluvia, su boca, 
con forma de corazón, se fruncía en una leve sonrisa, y tenía lunares oscuros 
repartidos por doquier. Sus ojos eran marrones, oscuros y profundos. Através de su 
remera blanca, que ahora era transparente por el agua, se veía un cuerpo 
levemente trabajado. Debía de tener más o menos mi edad, pero no lo aparentaba 
mucho. Sin embargo, era imposible no fijarse en él.
-Descuida. No ha pasado nada. – Me paré, lista para irme.
- Soy Nicholas. – Me estrechó su mano, y no pude evitar reír al acordarme del tonto 
de hoy.
- Allyson. – Tomé su mano y Nick dejó entrever sus relucientes y perfectos dientes.
- Oye, ¿estás buscando un hotel o algo así? – Retiró su mano, y escondió ambas 
tras su espalda. Yo reía por dentro ante su evidente nerviosismo.
- En realidad, no. Estoy de camino hacia la casa de mi mejor amiga. – Me invitó a 
sentarme nuevamente, y no pude decirle que no.
Me incitó a contarle todo lo que había sucedido ese día, y Nick escuchó con atención, 
riendo o diciendo ‘que torpe’ cuando le hablaba de Joe.
Así pasaron las próximas dos horas, hablando de nuestras vidas pasadas, y que 
planeábamos hacer en el futuro. Resultó ser que Nicholas era alguien interesante 
con quien charlar, y pasar el tiempo. La había pasado bastante bien.
- Será mejor que me vaya. – Me paré, y Nick me imitó.
- Escucha, tal vez… ¿estás libre mañana? – La sangre subió a sus mejillas y me 
arrepentiría de por vida si le dijera que no. Sí, sí, era consciente que ese mismo día 
había terminado con mi novio pero ¿y que? Al ser adolescente nada importaba.
- Claro. ¿Nos vemos aquí mismo?
- De hecho. – Giró sobre sus talones. – Esa es mi casa. – Señaló hacia mi izquierda, 
y quedé boquiabierta al percatarme de que era más o menos una mansión. Intenté 
ocultar mi asombro. – Sólo toca la puerta. – Rió. – No pasará nada, lo prometo.
- De acuerdo. – Sonreí, avergonzada. – Hasta mañana. – Me fui alejando, y lo saludé 
con la mano.
- Adiós! – Me gritó, ya a lo lejos.

Caminé unos metros más, y llegué a la casa de Irene. No había terminado de 
golpear la puerta, que ya tenía a su hermanita menor, Kathy, jalando de mi brazo 
para que entre. No me dejó ni apoyar mis cosas en el suelo, que comenzó a los 
saltos y a los gritos intentando llamar mi atención.
- Mira! Ven, siéntate. Es el concierto de mi banda favorita!. – Gritaba apuntando la 
televisión.
La cámara enfocaba al chico con aspecto peligroso que hoy me había encontraba en 
la calle. Genial. Con razón era tan creído.
- Creeme, no es nada fuera de lo normal. Hoy me lo crucé por la calle. – Tomé mis 
cosas, y me metí en la cocina, para no tener que soportar su imagen más tiempo.
- Espera… - Dijo Irene, entrando por la puerta trasera. - ¿Me estás diciendo que 
viste a J-J-Joe J-Jonas? – Tartamudeó.
- Chocó mi auto, es un cretino. – Tomé una manzana, y le pegué un mordizcón.
- ¿Hablaste con él?
- Déjalo ya, amiga. Es un chico cualquiera. – Dije recordando todo lo sucedido. – Me 
iré a bañar, y a acostarme. Ha sido un día muy largo. Prometo que mañana 
encontraré un lugar para quedarme.
- Puedes quedarte el tiempo que gustes. – Sonrió.
- Lo sé, gracias. – Tomé por última vez mi pesada valija y mi cartera, y subí las 
escaleras.
Luego de una corta, pero dulce ducha, me puse mi pijama, y me acosté en el sofá 
de la sala de juegos. Por algún motivo, no me sacaba la cara de Joe en el concierto 
que había visto hoy por la televisión. Fue sólo un segundo el que lo vi, pero parecía 
distinto al chico que había conocido hoy. Parecía… simpático. Sacudí mi cabeza 
ante tan estúpida idea, y procuré dormirme de una vez.

El ruido de un equipo de música a todo su volumen me despertó la mañana 
siguiente. Observé el reloj que colgaba de la pared. La una de la tarde. Me levanté, 
y luego de ordenar un poco, me puse un short de jean bien corto y una remera de 
color fucsia al cuerpo. Fui al baño para lavarme, y me tiré el flequillo para atrás en 
forma de jopo, y recogí el resto en una colita. Volví a la sala, tomé un poco de dinero, 
y bajé a almorzar con Irene y Kathy.
Abajo, la música era aún más insoportable.
- ¿Qué es ese ruido? Por Dios. – Le pregunté a Kath apenas la vi, tapándome los 
oídos.
- Se llama Play My Music. – Replicó sonriente.
- ¿Y con eso….? – Claro. – Lo entiendo. ‘Jonas Brothers’. – Dije en forma de burla.
Nada más placentero que despertar y escuchar al estúpido de Joe. Debía de 
encontrar un lugar para quedarme, y rápido.
Finalmente, decidí pasarme el almuerzo, así que saludé amablemente a las chicas, 
y crucé el parque hacia la casa de Nick. Toqué el timbre, y esperé.
- Hola! – Un niño de unos nueve años abrió.
- Ally, él es Frankie, el menor de mis hermanos. – Levanté la vista al oír su voz, y 
mis ojos se encontraron con los de Nick, quien estaba en la puerta junto a su 
hermano.
- Hola! – Saludé. - ¿Significa que hay más que ustedes dos? – Pregunté, 
volviendome hacia Nick.
- Dos más! – Respondió Frankie, riendo.
- Pasa, deben andar por aquí. Ya los conocerás. – Me invitó Nick.
Pasé, y no pude evitar sonreír ante tanto lujo. Los pisos eran de madera, y esta 
relucía como si la enceraran cada hora, las paredes tenían un empapelado clásico, 
de un color cremita, los muebles eran todos de madera, y cada cosa se encontraba 
en su lugar. Un piano negro le daba el último toque antiguo a la bella sala de estar.
- Mamá! – Gritó Nick. ¿Qué hacía? ¿Por qué llamaba a su madre? Moriría de la 
vergüenza. – Parece que salió. – Dijo al ver que nadie respondía. Gracias a Dios.
El ruido de madre crujiendo sonó a mis espaldas, y volteé sólo para encontrarme 
con Joe bajando las escaleras.
- Oye Nick, ¿has visto las llaves del…? – Al verme, subió rápidamente, como si nada 
hubiera sucedido.
Me preguntaba qué hacía allí. Tal vez era amigo de Nick.
- ¿Puedo pasar al baño? – Le pregunté a Nicholas, aún pensando en Joseph.
- Está arriba. Cualquier cosa pregúntale a Joe, el chico de recién. – Sonrió, y se 
sentó en el sofá a mirar televisión. – Te espero aquí.
- De acuerdo.
Subí corriendo las escaleras, y sin hacer demasiado ruido, comencé a buscar a Joe. 
Abría la puerta de cada uno de los cuartos y metía la cabeza para ver si estaba allí.
- ¿Buscas algo, preciosa? – Su voz me tomó por sorpresa.
A ti. Pensé. Di media vuelta y le sonreí falsamente.
- El baño. – Mentí.
- Por allí. – Apuntó hacia la última puerta del pasillo. – Ah, y… ¿se puede saber que 
haces en mi casa?
¿Su casa? Por favor, no me digas que…
- Soy el hermano de Nick, vivo aquí. – Por supuesto. Tenían que ser hermanos, Nick 
tenía que ser de esa estúpida banda, y yo tenía que sentirme atraída por ambos.
- Soy una amiga de Nicholas. Nada más. ¿Puedo ir al baño?
- Adelante. – Hizo un gesto con las manos, como invitándome a avanzar y lo hice.
Joe se dio media vuelta, y se metió en uno de los cuartos.
- Dios, que fastidio. – Dije resoplando, una vez que pensé que Joe ya no me 
escucharía.
- ¿Disculpa? – Lo tenía atrás mío.
- Ei, ¿cómo es que haces eso de moverte tan rápido? – Comenzaba a darme miedo.
- Secretos de familia linda. ¿Te atraería igual si te dijera que soy un vampito? – 
Increíble. No solamente era egoísta, si no que también se creía gracioso cuando no 
lo era. – Oh, lo siento. – Continuó. – Olvidaba que las chicas que viven en el campo 
no tienen televisión como para saber sobre los vampiros.
- Eres un imbécil. – Me limité a decir, para luego entrar al baño.
Me lavé la cara, intentando olvidarme de la estúpida escena de recién, cuando sentí 
que trababan la puerta del lado de afuera. Cerré la canilla, me sequé la cara e 
intenté abrir la puerta. Cerrada. Comencé a golpear la puerta.
- ¿Hay alguien ahí? Ábranme, porfavor. – Gritaba y golpeaba la puerta para que 
alguien me sacara de allí. Sin embargo, nadie contestaba.
Me tiré al piso para mirar por la pequeña endija de la puerta. Se veía una sombra, 
alguien estaba del otro lado. El único que se me venía a la mente era Joe, así que 
era momento de actuar.
- Porfavor, ábranme. Soy claustrofóbica, moriré si me dejan aquí adentro. – Fingí.
- Hay una ventana, ábrela, no morirás. – Mi plan fue derrumbado por su sexy pero 
a la vez insoportable voz.
- Mira niño rico, ábreme la puerta de una maldita vez. No querrás pagar además de 
mi coche, mi velorio. – Destrabó la puerta y la abrió provocando que cayera en sus 
brazos.
Me libré rápidamente, empujándolo hacia atrás.
- ¿Me harás pagar por esa chatarra que choqué hoy?
- Esa chatarra era mi coche. Puede que tú tengas dinero suficiente como para 
comprarte otro, pero yo no. Por supuesto que la pagarás. ¿Quién te crees que eres?
- Pues… - Sonrió, y se señaló de pies a cabeza. – Joe Jonas. ¿No lo ves?
- Te llegará una carta de mi abogado. – Sonreí. – Adiós Joseph.
Bajé las escaleras a toda prisa, no quería aguantar su estúpida voz un segundo más.
- Nick, será mejor que me vaya. Debo buscar un hotel o algo así para quedarme. 
¿Te molesta si lo dejamos para otro día? ¿Mañana, tal vez? – Quería irme de su casa 
a toda costa, no soportaría ver la cara de Joe una vez más por hoy.
- Lo que sucede es que mañana tengo grabaciones.
- ¿Gra…grabaciones? – Pregunta estúpida. Ya había olvidado que era ‘famoso’.
- Sí. Mira Ally, me… me gustaste… - Se sonrojó. – porque me di cuenta de que no 
sabías quien era. Mantengámoslo así, vayamos conociéndonos. – Aclaró su garganta. 
– Debo grabar mi serie, Jonas. Pero no te hagas problema. Te veo en el parque, a las 
nueve. Vamos juntos.
- Está bien. – Accedí, luego de pensarlo durante unos segundos. – Nos vemos allí.
Lo saludé con la mano, y me aventuré hacia las calles de Los Angeles. Mañana, 
sería un día insufrible.

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